Meister Eckhart
DURANTE la explicación de la técnica que, según se afirma, puede convertir al intelectual culto en conocedor intuitivo, es conveniente establecer la hipótesis sobre la cual está basada la ciencia de la meditación. Durante tal proceso deben reconocerse los distintos aspectos (de la naturaleza o de la divinidad, la que se prefiera) de los cuales el hombre es la expresión, sin olvidar la conexión básica que los mantiene unidos como unidad integrada. El hombre es un ser integrado, pero la existencia significa para unos más que para otros. En algunos es puramente animal; en muchos representa la suma total de las experiencias emocionales y sensorias; en otros comprende todo lo anterior, más esa percepción mental que enriquece grandemente y profundiza la vida; en unos pocos (entre ellos la flor de la familia humana), ser significa reconocer la habilidad de registrar contactos universales y subjetivos, lo mismo que individuales y objetivos. Keyserling1 dice:
"Al hablar del ser de un hombre, en contradicción con su capacidad, significa su alma vital, y al decir que ese Ser es quien decide, significa que todas sus expresiones estén compenetradas de vida individual, que cada expresión irradia personalidad, la cual finalmente es la responsable".
Puede afirmarse aquí, como condición sine qua non, que únicamente las personas reflexivas y responsables, están preparadas para aplicar las reglas e instrucciones que les permitirán hacer la transición y alcanzar la conciencia característica del místico iluminado y de los conocedores intuitivos.
Los hermosos versos del libro del Dr. Winslow Hall,2 señalan la meta:
En todos los hombres se esconde la Luz. ¡En cuán pocos
se manifiesta, como debiera,
Iluminando desde dentro, nuestra lámpara carnal,
avivando la llama cósmica, en almas traídas desde lejos!
¡Esplendor de Dios, cuán pocos son! Pero, nuestra es la culpa;
porque torpemente, por rutina e iracundia,
sin discernimiento amortiguamos y sofocamos
la chispa divina que brilla en todo niño.
Todo niño es por naturaleza un pedazo de Dios;
si ellos tuvieran libertad, Dios
se desenvolvería en ellos; surgiría
matizándolos y moldeándolos, hasta florecer como flores perfectas
colmados de develada hermosura.
Ésta es la meta del proceso de la meditación —conducir a los hombres a que alcancen la Luz que reside en ellos, para que en esa luz vean la Luz. Esta tarea de revelación está basada en ciertas y precisas teorías sobre la constitución y la naturaleza del ser humano. La evolución y el perfeccionamiento de la facultad mental del hombre, con su agudeza y capacidad para concentrarse, ofrecen a Occidente, en esta época, la oportunidad de poner a prueba dichas teorías. Éste es el momento más apropiado para un experimento inteligente, "la nueva síntesis mente y alma"; dice Keyserling en su libro, 3 "debe originar en la mente, en las alturas de la suprema intelectualidad, para que suceda algo decisivo.
Para hacer esto, debe haber una clara comprensión de tres puntos, sobre los cuales se basa la posición oriental y, si son veraces, le darán validez a todo lo que sustenta el estudiante de la técnica oriental de la meditación, sin olvidar el proverbio chino que dice: "Si los medios correctos son empleados por el hombre incorrecto, los medios correctos actúan incorrectamente". Estas tres premisas son:
Primero: Existe un alma en toda forma humana, que emplea los aspectos inferiores del hombre, simplemente como vehículos de expresión. La finalidad del proceso evolutivo es acrecentar y profundizar el control del alma sobre este instrumento. Cuando se ha logrado tenemos una encarnación divina.
Segundo: Al conjunto de estos aspectos inferiores, una vez desarrollados y coordinados, lo llamamos personalidad. Esta unidad está compuesta de los estados mentales y emocionales del ser, la energía vital, el mecanismo físico de respuesta, y la "máscara" que oculta al alma, aspectos que se desarrollan sucesiva y progresivamente, según la filosofía oriental, y cuando se alcanza un estado relativamente elevado de desenvolvimiento, es posible al hombre coordinarlos y más tarde unificarlos conscientemente con el alma inmanente. Luego el alma ejerce control, y se produce la expresión constante y creciente de su naturaleza. Esto a veces se expresa simbólicamente como la luz de una lámpara. Al principio la luz no brilla, pero gradualmente hace sentir su presencia, hasta que son comprendidas claramente las palabras del Cristo, "Yo soy la luz del mundo", exhortando a sus discípulos a "dejar brillar su luz para que los hombres vieran".
Tercero: Cuando la vida del alma, actuando de acuerdo a la Ley de Renacimiento, ha llevado a la personalidad a esa condición donde es una unidad integrada y coordinada, se establece entre ambos una interacción más intensa, que se logra por el proceso de la autodisciplina, la activa voluntad hacia el Ser espiritual, el servicio altruista (modalidad en que se manifiesta el alma consciente del grupo) y la meditación. La consumación de la tarea es la comprensión consciente de la unión, llamada en terminología cristiana, unificación.
Estas tres hipótesis deben aceptarse, como ensayo, si se desea que este proceso educativo, por medio de la meditación, sea eficaz. El Diccionario de Webster4 define al alma de acuerdo a estas teorías:
"Una entidad concebida como la esencia, sustancia o causa actuante de la vida individual, especialmente de la vida que se manifiesta en las actividades síquicas; el vehículo de la existencia individual cuya naturaleza es independiente del cuerpo y cuya existencia se considera inseparable".